
Continuando con el post (“Duda existencial”), les muestro algo que escribí hace algunos años atrás; para ser exactos en el 2007. Se titula “Misión” y ahí les va:
¿Quién diría que detrás de todo había una misión? Ahora veo el porqué de su sufrimiento; mejor dicho, el para qué.
Cuatro añitos, sin recursos económicos, desde Cuzco hasta Lima por la leucemia. “¿Por qué éstas cosas? No es justo”, pensaría cualquiera. Se le podría echar la culpa a Dios (siempre hay que echarle la culpa a alguien). Uno no ve los caminos de Dios hasta que pasa la tormenta.
Tan chiquita y ya cumplió una gran misión en su vida: La salvación de otros. Primero está su mamá: una mujer buena pero sin conocimientos de valores o fe. Sin duda aprendió muchas cosas; como ser fuerte, no darse por vencida, romper su indefensión aprendida (condición donde se cree que no se puede hacer nada para cambiar la realidad), luchar, aprendió a rezar, a reconocer que hay personas que ayudan y son sensibles a su dolor, que no está olvidada por los demás, ni por Dios. Con respecto a su padre y hermanos que están en Cuzco, no sé qué efectos habrán en ellos a raíz de la enfermedad; pero sin duda habrán cambios. En cuanto a la Vicky (su tía y la chica que trabaja en mi casa) ¡ni qué decir! Su expresión ha cambiado; se siente útil por ayudar a su hermana. Para empezar ni conocía a su sobrina, no sabía ni su nombre. Ella vive tantos años en Lima, que está alejada de su familia. Yo a veces la veía y pensaba: “Pobrecita, no tiene a nadie; sus años se pasan en esta casa, sirviéndonos”. Si nunca hubiese llegado a nuestro hogar, nadie hubiera ayudado a su sobrina. Fue herramienta en cierta forma para la misión. Además, también entendió que tenía que vencer su indefensión, que hay que HACER cosas para cambiar la realidad, que es POSIBLE el cambio. Se dio cuenta que nosotros la queremos y que podemos ayudarla a cargar su cruz, que no está sola.
Mi familia cambió su manera de ver a la “empleada”. No es que antes la trataran mal, al contrario…pero luego de unirse a su dolor, la ven con otros ojos. Yo…bueno, será para siempre; algo que llevaré en mi corazón. Nunca había sentido que podía ser tan útil para generar un cambio en la vida de otro. Jamás había dado una ayuda tan concreta y efectiva hacia alguien específico (dar sangre, moverme para conseguir donantes, darle apoyo a su mamá, enseñarle a rezar, y ahora motivarlas con el teatro que hago para ellas). Nunca antes una ayuda me había llenado tanto. Cuando la Vicky (digo “la” porque soy de Arequipa) me dijo: “Gracias Vane, te quiero mucho” o cuando la Viane (la mamá de Elsita) me abrazó y me dijo: “No sé cómo agradecer todo lo que ha hecho por mi hijita…quiero que sea su madrina”, entendí todo lo que había hecho. No era consciente de lo importante que fui para ellas. Yo ayudé sin pensarlo y ahora me doy cuenta de mi parte en la misión. Fue casi como si Dios me la hubiera puesto en el camino para yo hacer algo. No “tenía que”, “quise” hacerlo. Me hizo dar cuenta de las potencialidades que tenía y no había desplegado. Me autoactualicé (término que significa desplegar tus potencialidades) definitivamente.
Nicolás (un amigo que me ayudó en la realización de los teatros, en donar sangre y en ser su padrino), se sensibilizó e involucró tanto que yo creo que hasta él se sorprendió. Se acercó de nuevo a su corazón, a su capacidad de olvidarse de sí y ver al otro en su dolor. No fue indiferente, pudo por primera vez poner en práctica lo que deseaba. No se quedó en “sería bonito…”. Me impulsó a mí a actuar (cosa rara en nuestra dinámica). Desplegó sus potencialidades también y en cierta forma se acercó a Dios. Él no se ha dado cuenta, pero yo creo que ése es un encuentro con el Señor a través de otra persona: Elsita. A su vez, Nicolás jaló a sus amigos: Antonio y Jano; siempre tan indiferentes con este tipo de realidades. Son buenísimos pero no querían abrir los ojos para no ver una realidad que los obligue a comprometerse. Finalmente algo los abrieron, algo de pisar suelo tuvieron.
Todo el grupo de gente que hemos movilizado: para vencer sus temores y donar sangre; y ahora para armar un teatro para todos los niños enfermitos que acompañan a Elsita. Personas que nunca antes han ayudado, otros que sí, se unen para una misma causa. Quién sabe si este grupo puede seguir adelante para aplicarlo a diferentes lugares necesitados. Quién sabe todo lo que puede venir después… y todo por Elsita; todo empezó por ella y ahora estamos llevando alegría a varios niños más. Cuántas cosas buenas han salido de este suceso. Cuántos corazones unidos por un mismo objetivo. Cuántas oraciones levantadas en su nombre: “Por Elsita”, decían las amigas de mi mamá y la tía de Jose. Cuántas personas acercándose a Dios por ésta misma razón; dándole algo de sentido a sus vidas, sintiendo que pueden hacer la diferencia.
Sin duda, Elsita cumplió una misión valiosísima. Ya quisiera alguien poder cumplir con la mitad de su misión en la vida. Cuatro años… con sólo cuatro años logró todo lo que en estas páginas he relatado. ¿Cómo seguir pensando que no hay una razón para todo?
Vanessa Diez Canseco
03/06/07